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¿Dónde están los visitantes extraterrestres?

La pregunta, que obsesionó al gran Enrico Fermi, es más seria de lo que uno podría pensar. 

Publicado: 2014-02-23

OK, es hora de dejar de lado las pequeñeces y plantearnos las preguntas que realmente importan. Por ejemplo, esta: ¿dónde están los extraterrestres? 

Esta no es una pregunta que me estoy haciendo solo yo. Se la está haciendo también el estado peruano, que hace unos meses reabrió su Departamento de investigación de fenómenos aéreos anómalos, el DIFAA, en el que participa la FAP junto a otras instituciones.

(Vale anotar que esta importante noticia, anunciada oportunamente por La Mula, pasó bastante desapercibida en Lima hasta hace unos días, cuando la BBC de Londres la propaló en su edición en español, en un reporte que fue rebotado por algunos medios locales e hizo una pequeña ronda en las redes sociales).

El ministro de defensa Pedro Cateriano ha asegurado que se trata de un tema de seguridad nacional y que la Fuerza Aérea Peruana no está buscando visitantes interestelares o platillos voladores, pero creo que no engaña a nadie. OVNI es OVNI. La verdad está ahí afuera, y el Perú se prepara para descubrirla.

Así que volvamos a la pregunta: ¿dónde están los extraterrestres? Es una pregunta importante, y lo digo en serio. Por ejemplo, le importó mucho al gran Enrico Fermi, ganador del premio Nobel, uno de los fundadores de la física cuántica, uno de los así llamados “padres de la bomba atómica” (dudoso honor en términos éticos, pero sin duda un impresionante logro científico), y también el primero en proponer lo que hoy se conoce, apropiadamente, como “la paradoja de Fermi”.

Eso sí, una advertencia antes de continuar. Si usted, lector, es de quienes están convencidos de que los extraterrestres existen y visitan la tierra (o la han visitado en tiempos inmemoriales), sepa que este artículo se basa en la premisa contraria. No nos han convencido ni los videos de YouTube ni las series de televisión que con frecuencia se ofrecen como pruebas al respecto. Listo. Dicho eso, pasemos a lo nuestro.

La paradoja de Fermi

Para simplificar: la lógica y las matemáticas nos aseguran que el universo debería estar repleto de formas de vida, y que algunas de esas formas de vida deberían ser capaces de viajar por el espacio y visitar la Tierra, si no en persona sí por medio de sondas o tecnologías automatizadas Al menos, desde una perspectiva más contemporánea, sus intentos deberían ser detectables desde aquí. Pero no lo son, y esa contradicción permanece inexplicada.

¿Por qué pensaba Fermi que el universo debía estar repleto de vida? Su razonamiento en realidad es sencillo. El Sol es una estrella joven; sólo en nuestra galaxia hay miles de millones, sino trillones, de estrellas similares que son miles de millones de años más antiguas; en un universo infinito, el número de tales estrellas es inconmensurablemente mayor. La probabilidad de que alguna de estas estrellas sea el centro de un sistema similar al nuestro, con planetas hospitalarios a una biósfera como lo es la Tierra, es alta. La probabilidad de que alguno de esos planetas contenga vida inteligente es alta también, como lo es la probabilidad de que esa vida inteligente haya desarrollado una civilización capaz de viajar al espacio (algo que nosotros mismos ya estamos empezando a hacer).

En consecuencia, la pregunta por la ausencia de extraterrestres, más allá de las fantasías de la ciencia ficción, es una que merece respuesta. Merece por lo menos la curiosidad de mentes inquisitivas, como la de Fermi (y, seamos generosos, la de Cateriano).

El “Gran Filtro”

Al momento de formular su paradoja, Fermi salía de trabajar en el Proyecto Manhattan, que resultó en la fabricación para las fuerzas armadas estadounidenses de la primera bomba atómica de la historia, y en consecuencia en destrucción y muerte a una escala hasta entonces desconocida. 

No es por ello casualidad que su propia respuesta a la pregunta haya tendido al catastrofismo. Según Fermi, lo que la ausencia de visitantes extraterrestres en nuestro planeta parece indicar es que las “civilizaciones inteligentes” que tan probables son en el universo, llegan indefectiblemente a un límite de avance tecnológico, pasado el cual se autodestruyen. Esta idea, con variantes, se ha llegado a conocer como la hipótesis del “Gran Filtro”. 

Una variante de esta visión catastrofista es la que aduce que, cualesquiera sean las intenciones de una civilización tecnológicamente avanzada, los recursos a sus disposición son necesariamente finitos e imponen límites al desarrollo. Llega un punto en el que el consumo de energía y materiales al alcance de la mano en cualquier planeta sobrepasa su capacidad de renovación, y la civilización que venía avanzada empieza a retroceder.

Pero otras respuestas son posibles. Por ejemplo, la Paradoja de Fermi asume lo que se conoce como el “principio de mediocridad”: la Tierra es un planeta típico, o ubicado en el espacio medio de la distribución estadística, y todos los cálculos están basados en esa hipótesis. La así llamada “hipótesis de la Tierra especial” propone lo contrario: aún si hay muchas galaxias, sistemas estelares y planetas similares al nuestro, las condiciones para el surgimiento de una biósfera dependen de un número indeterminado de coincidencias. Así, la Tierra podría ser en realidad única en la inmensidad del universo. Y con ella, única también su biósfera.

Hay que anotar, sin embargo, que descubrimientos recientes no sólo han reforzado las suposiciones de Fermi, sino que las han ampliado. Hoy estamos hablando de por lo menos mil billones de planetas similares a la Tierra en el universo visible, y se cree que las formas de vida pueden surgir y fructificar en una zona mucho más vasta de lo que se suponía en el pasado. La verdad es que la Tierra no parece ser muy especial.

¿Ya pasamos el “filtro”?

Las evidencias, más bien, han tendido a confirmar como decíamos el razonamiento de Enrico Fermi y a hacer aún más aguda su pregunta: ¿dónde están? Y en esa medida, han hecho también más agudo su pesimismo.

Porque, si la hipótesis del Gran Filtro es correcta y ninguna forma de vida surgida en el universo puede pasar de un cierto nivel de desarrollo, ya sea por su comportamiento autodestructivo o las limitaciones impuestas por los recursos disponibles (o por una combinación de ambos factores), hay dos posibilidades: o la especie humana ya pasó por ese filtro y lo tiene en su pasado, o aún no ha llegado a ese punto y la destrucción que ahí se augura es nuestro indefectible destino.

Quizás la primera opción sea la cierta. Quizás, es decir, alguno de los momentos claves de la evolución de la biósfera en la Tierra haya sido el punto en el cuál otras formas de vida se detienen, y quizás nosotros lo hayamos pasado casi por milagro. Quizá, incluso, aún si hay infinitos planetas similares al nuestro, la combinación de factores que genera organismos que puedan llamarse vivos es tan improbable que ella misma es ese “filtro”, y sólo nosotros lo hemos superado.

Pero más sensato parece, a estas alturas, el pesimismo. En el espíritu de Fermi, la probabilidad de que la civilización humana no haya alcanzado aún ese punto de quiebre es alta. Y, de hecho, también lo es la probabilidad de que nos estemos acercando a él a pasos agigantados.

Por el camino que va la humanidad en su relación con los recursos disponibles y con el planeta en general, muy pronto la posibilidad de continuo desarrollo habrá llegado a su fin. Fermi tendrá razón, y a los que sobrevivan la hecatombre sólo les quedará empezar otra vez.


Escrito por

Jorge Frisancho

Escrito al margen


Publicado en

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