"El Mudo", una nueva película peruana que dará que hablar
La segunda entrega de los hermanos Vega es uno de los estrenos más importantes del año en el cine nacional. En cartelera desde el 5 de junio.
Lo primero que uno percibe al entrar en contacto con Diego y Daniel Vega, dos de los cineastas peruanos más interesantes (y reconocidos) del momento, es su desbordante y contagioso entusiasmo, hijo de la obvia pasión con que encaran su trabajo. Y lo segundo que uno nota, tras apenas unos minutos de charla, es lo profundamente compenetrados que estos dos hermanos están cuando se trata de sus proyectos cinematográficos: hablan de ellos con una misma intensidad, conversando entre sí tanto como con su interlocutor, apurándose uno a completar las ideas y las frases del otro, celebrando mutuamente sus ocurrencias y sus insights.
Quizá todo esto es parte del secreto de su éxito. Y no me refiero, o no únicamente, a los numerosos premios obtenidos en el circuito de los festivales internacionales o al positivo consenso crítico ya establecido alrededor de su primera entrega, Octubre (ganadora en el 2010 del premio del jurado en la competencia Un certain regard del festival de Cannes, dedicada a realizaciones “originales y diferentes” y al descubrimiento de nuevos talentos). Me refiero sobre todo al éxito de sus películas en tanto tales, pues se trata de productos cuidadosamente acabados, con un altísimo nivel en su ejecución sin importar el alcance de los recursos disponibles, y provienen del esfuerzo colaborativo entre dos artistas que, a juzgar por los resultados, se entienden peculiarmente bien y disfrutan enormemente de trabajar juntos.
Los hermanos Vega se preparan ahora para el estreno comercial de su segunda película, El Mudo, que debuta en salas peruanas este 5 de junio. El mudo viene precedida de importantes laureles, con premios como el Leopardo de plata al mejor actor en el festival de Locarno (a Fernando Bacilio, en el papel protagónico), mejor actor y mejor dirección en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, mejor actor en el festival de Cartagena, y varios más. Todo ello hace del estreno, ya, uno de los acontecimientos del año en la cartelera nacional. Este es el trailer, para quienes no lo han visto ya:
Y se trata de un evento que lleva años en preparación. La idea germinal para el guión, nos cuenta Diego Vega (escritor principal en el dúo) surgió mientras Octubre estaba todavía en la etapa de producción. Aunque en ese primer momento la historia estaba todavía a cierta distancia de la forma final que llegaría a tomar, sí contenía algunos de sus elementos esenciales y, sobre todo, el núcleo temático que los cineastas se proponían explorar: el ambiente de corrupción en el sector estatal y, por extensión, en la sociedad peruana en general.
“Era una pequeña anécdota, ya hasta nos hemos olvidado dónde la oímos, un tipo que le cae una bala en la garganta y se queda mudo”, cuenta Diego. “En medio de la búsqueda de financiamiento para Octubre yo escribí un guión sobre eso pero no tenía nada más, no tenía ningún contexto, sólo una anécdota desarrollada hasta un punto. Me senté y escribí esto porque pensé que Octubre no se iba a hacer nunca y estaba deprimido y dije, otra más fácil. Y El Mudo tenía mucho más humor no tan negro, era más ligera, pero era sólo eso, un tipo que le caía un balazo de un edificio e iba a buscar al edificio. Aún no me había puesto a pensar, ¿qué es esto?”.
El personaje, sin embargo, nació con algunas características definidas. Por ejemplo, Diego siempre supo que se trataba de un funcionario público, aunque no tenía claro de qué sector, y siempre supo también que estaba embarcado en la búsqueda de un imposible,el intento de encontrar el origen de esa bala que todos, menos él, suponen perdida. El guión inicial se quedó a la espera durante unos tres años, nos cuentan los hermanos Vega, y cuando volvieron a él descubrieron en la idea la posibilidad de explorar un tema que les interesaba especialmente: el significado de la honestidad y la deshonestidad en el sector público peruano, y de alguna manera en el Perú en general.
Con esta idea entre manos, los hermanos Vega se embarcaron en un proceso de investigación que involucró conversaciones y consultas con personas diversas relacionadas al sector público, primero entre sus familiares y sus círculo cercano, luego en un campo más expandido. “Queríamos averiguar cómo se perciben la honestidad y la corrupción en esos espacios, una vez que estás dentro del aparato estatal”, explica Daniel Vega. “Por ejemplo, tenemos alguien muy cercano que lleva cuarenta años trabajando dentro del estado. Imagínate la cantidad de gobiernos por los que ha pasado. Entonces, cómo percibe esta persona la honestidad, es una forma peculiar de ver el asunto”.
Fue en ese proceso de investigación, que duró varios años, casi hasta el momento de la filmación, que el personaje central terminó por fijarse en la figura de un juez de primera instancia en el sistema judicial peruano. El Mudo cuenta la historia de Constantino Zegarra, juez de servicio en Lima tras una temporada en Mala (a la que volverá), quien es destituido de su cargo sin mayor explicación y poco después, mientras maneja por una calle limeña, recibe un balazo que lo deja mudo. El grueso de la acción de la película se concentra en las investigaciones, cada vez más desesperadas, que Constantino efectúa para dar con el culpable, pues sospecha de una familia a cuyo hijo condenó a prisión.
Constantino se caracteriza por ser un juez “recto” hasta la obsecación en un medio en el cual las incitaciones a corromperse son múltiples y cotidianas, y lo atacan desde todos los ángulos, incluyendo el familiar.
“En el proceso de investigación nos encontramos con un secretario judicial que había sido juez provisional un tiempo”, cuenta Diego. “La manera como el veía su papel de juez nos llamó la atención, y a partir de él empezamos a construir el personaje, con sus ideas e incluso con frases suyas que en la película están puestas en boca de varias personas... Con él fue que tomó ese rumbo, el de trabajar dentro de la administración de justicia, con la investigación que habíamos empezado al principio”.
Y Daniel añade: “Y lo que nos pareció muy interesante, porque eran como dos visiones distintas, no solamente fue cómo él veía las cosas sino también cómo los abogados que nos presentaron a esta persona lo veían a él, abogados de grandes estudios... Básicamente una frase era, 'bueno, es que el pobre X es un pelotudo', así lo veían. Era como un obstáculo ahí, y por eso seguramente lo destituyeron de inmediato”.
En esa medida, Constantino Zegarra no está diseñado como un héroe dramático de la lucha contra la corrupción, a la manera de los grandes dramas temáticos a los que nos tiene acostumbrado, por ejemplo, el cine de género hollywoodense, sino como algo mucho más complejo, mucho más rico en sus matices, y de alguna manera mucho más peruano: un navegante intenso, pertinaz y en última instancia fallido él también en un universo de irresolubles ambigüedades morales y éticas.
Y la película, aún cuando tiene claras implicancias con respecto al contexto en el que Constantino existe y se mueve, está casi enteramente sostenida por él: no se trata de un drama de crítica social tanto como una investigación psicológica sobre un individuo específico, y la trama se va adentrando más y más en la mente del personaje con cada uno de sus plot points.
Encontrar el rostro ideal para llevar a la pantalla a este personaje no fue una tarea fácil. Tomó tiempo, pero finalmente los cineastas se decidieron por Fernando Bacilio, actor teatral trujillano con muy escasa experiencia cinematográfica que, como dije, ha recibido ya importantes distinciones internacionales por su trabajo en El Mudo.
“El casting estuvo enfocado en encontrar un rostro que nos dijera algo más allá de la actuación, que el rostro, al verlo así serio, ya transmitiera algo”, dice Diego. “Y creo que por ahí orientamos y finalmente lo que nos llevó a Fernando no fueron tanto las pruebas de casting que le hicimos sino la fuerza de su rostro, lo que transmite”.
Otro aspecto en el que los cineastas concentraron especialmente sus esfuerzos fue la verosimilitud de las locaciones escogidas, específicamente los escenarios del poder judicial en el Perú, pues se trata de espacios con una visualidad propia y significativa en sí misma que les interesaba representar con tanta precisión como fuera factible. Para ello, obtuvieron permiso de las más altas instancias del PJ (César San Martín, a la sazón presidente de la Corte Suprema, se ganó un agradecimiento en los créditos finales), cargaron sus cámaras y dedicaron un fin de semana entero a completar esas escenas en un auténtico juzgado limeño (y luego, también las de Mala). Al final, terminaron con la jueza de turno, quien debía estar presente por razones de seguridad, participando en el rodaje como una asesora informal. “Nosotros le preguntábamos, ¿esto puede suceder así? y ella decía 'sí, puede suceder así'”, recuerda Daniel, entre risas.
Una decisión tomada temprano por los hermanos Vega para El Mudo fue la de no concentrarse en un caso específico de corrupción modelado en los miles que suceden a diario en el país, en grande y en pequeño. Su interés, más bien, era otro, de un espectro más amplio (y quizá más profundo). “Es un ambiente de corrupción general, esto sucede y la gente lo acepta y no pasa nada. Podríamos haber elegido un caso de corrupción específico, pero no, esto es algo que va a estar ahí, algo que vas a oler”, dice Diego. Y Daniel añade: “Y terminas con la idea de corrupción en la cabeza”. Entretanto, el personaje, dice también Diego, “seguirá atrapado en ese maraña, seguirá dando vueltas ahí, dependiendo también de con quién se encuentre en el camino, porque también es un asunto de favores que se hacen todo el tiempo”.
Al final, este ambiente de corrupción, de ambigüedades éticas y morales que se nos presentan a través de la historia de Constantino Zegarra, es uno que abarca ámbitos mucho más amplios y enraizados que la que en última instancia es sólo una anécdota, el trabajo en el poder judicial o la minucia del funcionamiento del sector público. Las relaciones familiares, de pareja, amistosas, toda forma de interacción social o contacto humano es vista bajo la misma luz. “Al final de la película hay varias generaciones bailando juntas en una fiesta”, dice Daniel. “Hay como un legado, qué le dejas a los que siguen en el tema de la honestidad. Como en el caso de esa señora que trabaja en el espacio público desde hace cuarenta años: va aprendiendo cosas a medidas que pasa el tiempo, y entonces la corrupción o la honestidad ¿qué son para el ciudadano común? Es como que la honestidad no es una sola, depende de de dónde estés”.
Y Diego añade: “En la película, Constantino es el único que se interesó en buscar y saber más allá ni a su familia ni a nadie le interesa, todos siguen hacia adelante sin mirar, y eso es lo que pasa ahora: el único que quiere investigar, averiguar, de pronto parece un pesado aunque tenga toda la razón, parece un obstáculo, un paranoico, y el resto sigue tranquilo. Lo llevamos un punto exagerado, me ha caído un balazo y a mi hija no le importa, tiene un elemento como de absurdo...”
“La idea de 'avancemos nomás'”, interviene Daniel.
“Una manera de retratar el momento actual”, concluye Diego.
El mudo, de Diego y Daniel Vega, se estrena el 5 de junio. La película es una coproduccion peruana, española, francesa, suiza y mexicana y cuenta con las actuaciones de Fernando Bacilio, Lidia Rodríguez, Juan Luis Maldonado, Augusto Varillas, José Luis Gómez, Norka Ramírez y Ernesto Ráez. La edición es de Gianfranco Annichini, la conematografía de Fergan Chávez-Ferrer y la música de Óscar Camacho. Mario Frías es el director de arte y el trabajo de sonido corrió a cargo de Edgard Lostanau. Fernando Bacilio nos invita a verla:
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