#ElPerúQueQueremos

Kike Larrea ha vuelto

El músico comparte con LaMula.pe su intensa reflexión sobre el Perú -el que dejó en 1992 y el que se llevó con él- y sobre el temor que anida en aquellos que materializan su destino musical más allá de las fronteras.

Publicado: 2014-05-28

El músico Kike Larrea estuvo en Lima en abril de 2014 con dos puntos fuertes en su agenda: el primero, sembrar en su tierra la semilla de Kamanchaka, su actual proyecto, empaquetado en un disco que espera fecha para lanzamiento local; el segundo, volver a tocar con Los Mojarras, la banda que fundó en El Agustino con Hernán "Cachuca" Condori, cuya aparición a inicios de los años noventa supuso toda una revolución en el rock nacional.

Fue Wili Jiménez -redactor de LaMula.pe y por esas cosas de la vida, uno de los primeros escuchas del 'máster' del primer disco mojarra, "Sarita Colonia"- el encargado de conversar con Kike Larrea durante su estadía en la ciudad.

En los casi cincuenta minutos del encuentro -registrados por el mulero Carlos Daniel Gomero- Kike repasa los paisajes emocionales de su biografía: Tacna, El Agustino, París, Nantes, Lima y "Kamanchaka", su propio planeta musical.  

Al dia siguiente de la conversa, Kike estrenó Kamanchaka en el bello teatro de la Asociación de Artistas Aficionados. Un par de días después dio un potente concierto/reencuentro con el público de Los Mojarras, en el bar Etnias. Y luego partió, de regreso a lo suyo. 

Esta "vorágine de un mes" -así la describe él mismo- enfrentó a Kike a una intensa reflexión sobre el Perú -el que dejó en 1992 y el que se llevó con él- y sobre el temor que anida en aquellos que migran, aquellos que materializan su destino fuera de la patria. 

Kike nos hace llegar las siguientes líneas sobre ello, un regalo que LaMula.pe quiere compartir con sus lectores, acompañado por las fotografías de Raúl Méndez y Daniel Pajuelo, dos fotógrafos que captaron la gran detonación -barrial, popular, nacional- que significó la llegada de Los Mojarras, a inicios de aquella ya lejana última década del siglo veinte. (Teresa Cabrera)  

El olvido

Por: Kike Larrea

Yo creo que el mayor temor de todos los que vivimos en el extranjero, lejos de nuestro país, es el olvido.

Las relaciones humanas, en gran parte, están soldadas por la rutina. La rutina del trabajo, la rutina de la familia, la rutina de los fines de semana, la rutina del ocio y el descanso, la rutina de las fiestas. Y en esas rutinas, que son repeticiones, se tejen y consolidan las relaciones. Cuando uno se va a vivir al extranjero esas rutinas desaparecen. Y, al desaparecer las rutinas, las relaciones corren el riesgo de desvanecerse.

Y, en su lugar, se instala el olvido.

La mayoría intenta amenguar este fenómeno con una frenética actividad de comunicación. Cartas, llamadas telefónicas y hoy, con la reciente aceleración de las comunicaciones, emails, Skype y gran presencia en las redes sociales.

Pero es en vano. Nuestras relaciones nunca más volverán a ser las mismas. Has dejado de ser parte del curso de la vida en tu país. Hagas lo que hagas, terminas convertido en un “extranjero” para los de tu propio país, cuando ya lo eres en el país en el que vives. Doble pena.

Es bien desagradable esa condición de “visitante” en tu propio país. Sensación que se acentúa mientras más tiempo vivas en el extranjero.

Por eso muchos regresan definitivamente. Porque no lo soportan.

Otros construyen sus “ghettos”, donde se reúnen con otros nostálgicos, para reproducir (el tiempo de un día, o un fin de semana), los modos de vida del país lejano.

Otros (los menos), deciden quemar las naves, y olvidar, fundiéndose en el país donde viven.

Para mí la solución a este dilema (si alguna solución puede tener) siempre fue la música. Y cuando esa distancia fue invivible, fue en la música que busqué la solución. Kamanchaka es mi Perú imaginario, que me construí para exorcizar la nostalgia y la ausencia, con el material de mis sueños y mi melancolía.

Por eso fue tan importante para mí llevar Kamanchaka al Perú, apenas terminada. Necesitaba saber si ese país de mi nostalgia vibraba con el país real, si era algo más que una quimera. Si el Perú de mis sueños tenía algún asidero en el Perú real, de mis amigos, de mi familia, de los míos, de aquellos que dejé atrás cuando decidí tomar ese vuelo de Air France en octubre de 1992.

los mojarras en 1991 en la corporación, el agustino. la foto es de raúl méndez (archivo personal kike larrea)

Pero nunca imaginé el efecto que este objeto tan íntimo, tan personal, tendría en el Perú de hoy, en realidad.

Fue como si, no sé por qué arte del destino, toda la línea de mi vida, en el Perú y en el extranjero, hubiera sido súbitamente trazada sobre el mapa temporal del Perú. La gente no hablaba solo del álbum, sino de una trayectoria, de un antes, un durante y un después. Fue como si Kamanchaka dibujara un punto, gracias al cual pudiera trazarse una línea, a partir de otro punto, en el pasado. Fue como una clave, que permitía comprender una trama, una historia, que yo nunca decidí escribir, que simplemente viví.

los mojarras en carmen de la legua, en su primer concierto fuera de el agustino. (archivo personal kike larrea)

Y todo adquiría un sentido. Simbiosis, Los Mojarras, Arba, Chinchiví, El Agustino, la sociología, la gente con la que hicimos camino, todo cobraba un significado, se llenaba de significado. La gente me hablaba de cronología, me hablaba de fechas y de hechos de mi vida que yo mismo desconocía (o que había olvidado). Se tejían teorías, que la fusión, el rock nacional, la fundación de un sonido, etc. Y aparecían cultores, y una mancha de muchachos que no habían nacido cuando me fui del Perú venía a abrazarme como a un viejo hermano. Y recibía mensajes del tipo: “tu trabajo siempre me acompañó, y al fin te voy a conocer”, etc. Alucinante !

Y los primeros Mojarras se volvieron a formar, para regalarme un concierto inolvidable, con el que soñaba desde hace más de 20 años.

Hoy, reflexionando sobre todo lo que acabo de vivir en la vorágine de un mes, me doy cuenta de que la mayoría de los cálidos abrazos, sonrisas satisfechas y comentarios generosos que recibí en un mes tan intenso en el Perú, en realidad lo que estaban manifestando era algo como: “No nos has olvidado, gracias”.

los mojarras en 1992, en un concierto masivo en el festival de "el mañanero", en chosica. el par de bailarinas ejecuta una coreografía con el tema "gente de noche" (foto de daniel pajuelo)

Gran sorpresa: el temor al olvido no era solo mío. En el fondo, la partida de alguien al extranjero la gente lo percibe con una dosis de reproche, contra el que se fue y nos dejó y que, muy probablemente, nos va a olvidar.

Kamanchaka ha sanado gran parte de esas heridas.

la presentación de kamamchaka en el agustino: un viaje a la semilla (archivo kike larrea)

Finalmente, Kamanchaka me ha llevado de vuelta a mi país, y me ha permitido retomar una presencia real, más allá de la del visitante, del que viene a perturbar la vida (y las rutinas) de todo el mundo con sus visitas relámpago, histéricas y agotadoras.

Mi país imaginario, la música de mis sueños, vibra en los oídos de mis amigos (los viejos y los nuevos) y se instala en el tejido cultural de mi país real.

He vuelto.

Mejor recompensa no puedo imaginar para la apuesta que ha significado este trabajo. MUCHAS GRACIAS, a todos los que hicieron esto posible.

La lista es muy larga y corro el riesgo de olvidar a alguien. Cada uno de ello(a)s sabe que lo(a) llevo en mi corazón. ¡¡GRACIAS!!


Escrito por

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